Escrito por: Gina Saraceni
Es increible cómo la pasIón de correr puede convertirse en un modo de vida que termina definiendo desde la cotidianidad más cruda –horarios, comidas, horas de sueño, relaciones e pareja- hasta los viajes que uno va a hacer durante el año.
Nunca pensé, cuando corrí mi primer maratón en Washington en octubre del 2001, que este deporte iba a a formar parte central de mi vida futura.
El domingo pasado corrí mi 9° maratón en Houston y mientras estaba en la salida pensanba en estas cosas que acabo de mencionar y en cómo la emoción y el reto de participar no se atenúan con el tiempo, sino más bien, están presente siempre y de manera diferentes y se manifiestas en forma de miedo, de emoción, de incertidumbre. Nunca se sabe lo que va a salir aunque uno siempre entrena para alcanzar una meta a la que se aproxima gracias a los entrenamientos. Pero hay un montón de variables –clima, estado de salud, horas de sueño, otros- que pueden transformar el resultado final para bien o para mal.
Este maratón fue diferente a todos los anteriores porque estaba en casa en el sentido de que llevo 5 meses viviendo en Houston y, por primera vez, no tuve que tomar un avión, ir a un hotel, buscar los lugares apropiados para comer porque estaba en mi casa lo que convirtió el “acontecimiento” en algo más normal, menos excepcional (aunque para mí todos los maratones son un excepción en mi vida).
Dos cosas me llamaron la atención de este maratón: la primera fue que el dorsal de cada participante, además del número, tenía su nombre lo que permitió que durante la carrera a gente te llamara y te animara. Eso me sirvió mucho sobre todo en los últimos 10 k. La segunda es que, al recibir el número, un equipo de médicos te pesaba y anotaba detrás del número el peso y, al llegar a la meta, después de la entrega de la medalla, te volvían a pesar para ver cuántas libras habás perdido a lo largo del recorrido y si eran más de tres te daban un suero o cosas para hidratarte (en mi caso, el día anterior pesaba 131 y después 126).
Para este maratón mi expectativas no eran muy altas porque en octubre corrí el maratón de Chicago donde hice 3. 41.40 y lo que hice en estos dos meses fue un entrenamiento de mantenimiento (3 20k, 1 25k 1 30k y una o dos sesiones de velocidad semanales). Tenía la esperanza de no subir por encima de 3.45 3.46 pero no sabía muy bien cómo iba a reaccionar mi cuerdo haciendo un segundo maratón tan cerca del primero.
Salí con una temperatura de 10°: no me puse guantes y salí cn mi atuendo de rigor y además un sweter viejo de maga larga que tiré en el k. 7. Tenía la confianza de correr bien y de llegar como fuera.No me sentía presionada sino más bien tranquila con ese sustico necesario para arrancar.
Si bien la gente habla de este maratón como plano no lo es tanto. Los primeros 5-6 k. y los últimos 12 k tiene una dificultad moderada: hay bajadas y subidas (no tan pronunciadas) y falsos planos que, sobre todo en la fase final me pegaron mucho.
Los parciales que llevaba eran para 3.40. Hasta el kilómetro 31 logré un paso dos segundos por debajo de los parciales. Me sentí muy bien hasta allí, además la gente era muy soldaria y se ponía en las aceras o fuera de las casa a gritarte, regalarte pedazos de cambur, de naranjas, caramelos; la hidratación excelente (agua y gatorade endurace). El día estaba terso y soleado y eso ayudó mucho.
Este maratón sale junto con el medio maratón y, cuando las dos carreras se separan, el grupo que queda se adelgaza bastante y uno corre sin esas multitudes que uno encuentra en Berlín, Chicago, New York. En esto este maratón me recordó al de Miami, incluso en las atmósferas, la actitud del público..
Cuando pasé el 30 comencé a sufrir un poco. Por primera vez usé geles de frutas –hasta Chicago mis geles era los de chocolate que son muy pesados- que se digieren mejor pero que a la vez son muy dulces y me generaron un poco de malestar. Lo que más me afectó fue el recorrido que se puso exigente y, entre el 32 y el 38 fue una lucha para mantener el paso. Había puentes estilo los de la Libertador de Caracas, breves subidas que se sucedían una tras otra…En fin. Milla que pasaba milla que me decpecionaba porque ya estaba el paso era un poco más lento. En el k.40 la topografía comenzó a mejorar y ya estaba en el Down Town. Una amiga se metió en la carrera y me acompaño hasta casi la meta. Desde allí dejé de mirara el reloj, le di con todo lo que me quedaba y me parecía que esos últimos dos kilómetros fueron los más largos de toda la carrera…..hasta que finalmente llegué a la meta: 3.41.26.
Quedé satisfecha porque repetí el tiempo del maratón anterior pero a la vez también pensé que si esos 12k finales hubiesen sido más fáciles quizás hubiera podido acercarme a mi mejor tiempo hasta ahora que es 3.38.16 en Boston 2006.
Me gustaría aprender a disfrutar más los resultados que uno logra pero es inevitable pensa en cuál fue el error, qué es lo que faltó, que hay que hacer para mejorar....en fin. la inconformidad es lo que nos hace correr otro maratón y nos hace pensar que siempre va a haber otro. El mío será el n°10 quizás en Boston 2009 o New York.
marea132000@yahoo.com
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