Al enterarnos que correr es una actividad deportiva que solicita fundamentalmente al metabolismo aeróbico, todos queremos entrenar la preciada adaptación. ¿El objetivo? Mejorar el transporte y el uso del oxígeno para la contracción muscular. ¿Cómo lo hacemos? En la actividad deportiva… corriendo. La pregunta: ¿a cualquier intensidad? Empiezan los detalles.
¿El resultado? Corremos en el umbral anaeróbico, (entre el 80-90% de la frecuencia cardíaca máxima teórica) paso que no podemos soportar, bajamos la intensidad y creemos que no mejoramos.
¿Y porqué no puedo soportar ese paso? Porque para correr en el umbral anaeróbico se requiere –entre otras características- de un sistema aeróbico desarrollado, que transporte rápidamente los productos de desecho de la vía anaeróbica (como el lactato) para mantener el equilibrio dentro de los músculos que hacen la actividad. Si esto no es posible, inevitablemente debemos bajar la intensidad, o el “paso” y volveremos a creer que no mejoramos.
Conclusión: correr a bajas intensidades no es de flojos, tiene un porqué fisiológico y debe ser incorporado a nuestro plan de carrera.
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